La ausencia es algo fácil.
Uno se sienta a sufrir y a enhebrar agujas,
a dejar que las horas se hagan días
sin pretender sacarles ventaja.
La tristeza se acomoda
y uno hasta se hace creador
luciendo sus delirios y añoranzas,
explorando lo singular de cada angustia.
No preocupa ser valiente.
Líos se acumulan, pero no pesan;
las demandas mundanas dan risa
y no hay compromiso que comprometa.
Aunque
no
recuerde
bien
tu
nombre
y
no
logre
con
exactitud
saber
quién
eres,
ya instalada la ausencia,
tu identidad es marginal.
Sólo se siente que algo falta en todo
y todo faltará en cualquiera.
No me complica más el mundo
y la irresponsabilidad es una venganza.
Es la suerte la que lleva y trae,
someten las casualidad.
La indiferencia inunda todo:
nada lleva tu signo de milagro.
Llorando llega el sueño
en cualquier cama sudorosa.
No hay de qué cuidarse
y cuidarte ya no es problema:
nada es amenaza.
—No amenaza tampoco la esperanza—
tu ausencia
reduce
el abismo de la vida
a un
mortal
grano
de
simpleza.
2 comentarios:
Para curar la ausencia enhebro poesías y me reinvento cartas, maneras de seguir siendo
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