sábado, 21 de junio de 2008

Desde entonces

Un día le entregué mi vergüenza
... y me quedé sin las dos:
desde entonces escribo.

Calvario

Una mujer se ha borrado el nombre,
se ha hecho creyente de lo cierto
y me ha dejado solo en la viscosa duda.

Gané un silencio en sepia
y las ganas inocentes de ser olvido.

Perdí la batalla
contra la serenidad y la belleza.

Vuelvo sin vos y con la carne a cuestas
¿dónde entierro mi silencio?

Infiernos

Algún día he de salvarte de mis infiernos,
sólo yo tengo el poder que da el autoritario dolor.

Tal vez si crece en el asfalto alguna mano
que me acaricie el pecho,
y la brisa me suene como una voz redentora…

Algún día he de salvarte de mis infiernos:
cuando se reinvente la verdad en otra boca.

Mientras tanto,
seguiremos ardiendo,
juntos,
en mi fuego.

Tratado sobre la ausencia

Sé que no te has ido
porque te siento;
y sé que estás,
aunque te hayas ido.

Si no te sintiera,
aunque te tocara,
no estarías.

Cuando no quiero que estés,
soy yo el que tiene que irse,
no sentirme,
algo así como morir,
pero no tanto como estar solo;
de todos modos
puedes estar cuando estoy solo,
pues tengo (para estar solo) que sentirme,
y no puedo ignorarte (por el momento)
cuando me siento.

Si estás o no estás,
no depende de vos,
ni siquiera (por el momento) de mí.

Pero vos sos libre:
llevate tu cuerpo cuando querás.

Cuando te olvide

Cuando te olvide
seré una máquina perfecta,
el cerebro volátil
de un ave superior,
un concierto ruidoso
de glándulas y espasmos.
 

Cuando te olvide
seré la prolongación
de una buena causa,
la simple conjunción
de polvo y aliento creador.

Cuando te olvide

me quedaré realmente solo:
con un dolor vencido
y un montón de poemas amnésicos.

Cuando te olvide
seré un fugitivo,
un grano de arena
desorientado en el mar.


Cuando te olvide
seré un desencantado castillo
donde nunca habrá princesa.

 

Cuando te olvide
seré un dato demográfico,
un espacio ocupado,
una vacante para mañana,
el único boleto vendido de la última función de un circo de pueblo,
el pétalo marchito de una margarita equivocada.

Cuando te olvide.
Cuando te olvide.
Cuando te olvide.

Cuando te olvide
seré cualquier cosa,
ya no un hombre.

¿Cómo?

¿Cómo hacer
que el polvo no se levante
con tu paso,
que el clima no cambie con tu aparición,
que el tiempo no confabule
en este estrecho espacio?

¿Cómo prohibir las casualidades

para hacerme un mapa preciso
de tu trayecto por el mundo,

para que el frío sólo llegue a los huesos
y no hasta el valor de soñar a la intemperie?

¿Cómo hacer que la vida no se parezca tanto a vos?

Mañana

¿Por qué no te abrís como la tierra
indicando el epicentro de este sismo?
¿Por qué no separás tu carne
como un mundo
y me desterrás a tu centro?

Escuchame una vez
y luego volvé la mirada
porque la desnudez espera tras cada palabra:
 

Ya es muy tarde para reclamarte mi desgracia,
ya es muy tarde para el atardecer de hoy,
 

y mañana será sólo mañana,
mañana es sólo un deber,
mañana es un simple formulismo,
un protocolo acostumbrado,
esa soledad obligatoria.

La ausencia

La ausencia es algo fácil.
Uno se sienta a sufrir y a enhebrar agujas,
a dejar que las horas se hagan días
sin pretender sacarles ventaja.

La tristeza se acomoda
y uno hasta se hace creador
luciendo sus delirios y añoranzas,
explorando lo singular de cada angustia.

No preocupa ser valiente.
Líos se acumulan, pero no pesan;
las demandas mundanas dan risa
y no hay compromiso que comprometa.

Aunque
no
recuerde
bien
tu
nombre
y
no
logre
con
exactitud
saber
quién
eres,

ya instalada la ausencia,
tu identidad es marginal.

Sólo se siente que algo falta en todo
y todo faltará en cualquiera.

No me complica más el mundo
y la irresponsabilidad es una venganza.
Es la suerte la que lleva y trae,
someten las casualidad.

La indiferencia inunda todo:
nada lleva tu signo de milagro.

Llorando llega el sueño
en cualquier cama sudorosa.

No hay de qué cuidarse
y cuidarte ya no es problema:
nada es amenaza.
—No amenaza tampoco la esperanza—

tu ausencia
reduce
el abismo de la vida
a un 

mortal
grano 

de 
simpleza.

Esas cosas

Encuentro siempre
el momento para mentirme
y la ternura para sobrevivir.

Encuentro mis besos llenos de suelo,
y en ciudades inmensas
encuentro ladrillos
que amontonados dibujan mi casa.

Encuentro silencios llenos de gloria,
Alguna paz, algunas guerras.

Mis manos abiertas,
mi pecho esperando.

Encuentro viejos números
y mis necias respuestas.
 

Cantos,
fuentes,
versos,
miedos,
llantos,
libros,
ganas.

Y así
voy encontrando
esas cosas
que
se
te
suelen
perder.

Tratado sobre el insomnio

No te despertés,
que me despertás.
Yo te sueño dormido,
sin decir no,
sino soñando en mi sueño
y, como es sólo mi sueño,
te hago soñar conmigo,
así como sueño yo con vos.

Quiero seguir soñando,
soñándote soñándome,
y soñando que despierto
aún soñás aquí conmigo.

No te despertés,
porque despierto es difícil soñarte,
porque decís no,
y ese no me quita el sueño.

No te despertés,
que me despertás,
y despiertos los dos
somos sólo la pesadilla de un adiós.

Aún peor

No sé cómo se pinta una sonrisa,
ni este beso que quiero clavarte.
No sé cómo sacarte del imposible:
caer de una vez en pecado,
y sangrar de una vez la penitencia.

Cómo llamarte,
tocarte,
confesarme;
no sé cómo saber
si has sentido mi mano cuando te toco,
si te has advertido
andante en mis dilemas.
 

No sé si puedo esperarte.

Y no sé, lo peor,
si puedo dejarte.

Y no sé, aún peor,
si quiero dejarte.

Canción sin tiempo

Me falta tiempo.
 

Como ves,
si no estoy barnizando tus abrazos,
esos que me dejaste cuidando,
estoy preocupado por mantener la humedad
de tus besos en mis labios.
O puedo estar cuidando que tu piel
no se le borre a mis dedos.
Es la verdad,
Por ahora no tengo tiempo:
estoy tan ocupado
aseando el corazón, por si regresas,
desempolvando unos te quiero,
y regando a diario los no me olvides.

Pendiente de que el viento del no estás
no azote la puerta del tal vez.

El frío se acerca
y tengo que almacenar caricias
para la hoguera de estar juntos,

agendar soledad
para que nos acompañe
y nos ofrezca sus candores.

No tengo tiempo.
 

Pero te prometo
que 
nomás 
me 
quede 
tiempo,
te olvido.

Sin vos

Tan bien que iba todo sin vos:
el piso en calma,
el horizonte lejos,
sin vos la luna estaba menos sola.

El último poema sin vos.

La música y la noche,
sobre todo la noche,
tan silente y motivante, 

el tiempo más veloz
más descifrable:
sin vos.

Y
hoy,
después del tiempo,

nada igual,
nada bien,
hoy que estoy,
de nuevo,
sin vos.

Génesis

Declarate habitable
para que yo pueda poblarte.
Separá tus aguas
de tus tierras
y bañá de bosque
tu monte
y tu valle.


Liberá el cielo del fuego
y reinventá cada pez en tu humedad.

Distinguí las nubes y la vida,
echá a caminar el tiempo
y no detengán tu risa
para que se haga de una buena vez la luz.

Al agotarte,
vení a mí y descansá.

Entonces, 

yo soplaré sobre el polvo de tus ojos,
y verás a dios creado:
 

Nada imagen,
todo semejanzas.

Para despistar

Me sería más fácil memorizar una novela corta
que olvidar las veinticinco letras de tu nombre…

Son esos absurdos de la memoria
¿o acaso la certeza de estar perdido?

(Tal vez sean veintiséis, veinticuatro o veintidós,
más vale despistar a los que acechan entre líneas.)

Mi dieta

Hay un momento
—del que los relojes no saben—
entre el domingo y el lunes,
a veces a medio martes,
o en un día indescifrado
—para sortear entre la rutina—,
que la vida se sonroja
y el cuerpo resurge con apetitos extraños.

Brota el antojo casi nuevo
de sabores de otro cielo
y carne con olor a tierra.

Es entonces que sé que te busco,
tentado por el sabor de la ausencia.
Es que pretendo
llevar hasta mis entrañas
el alimento brutal
del fuego fatuo de tu origen.

Te me antojás en mieles,
con cáscara,
a veces tierno fruto,
a veces maduro a punto.

Es un breve momento

—pero cabe sin problemas tu sonrisa—
que nutre como milagro
la fe en la jornada única
entre la vida y la muerte.

Sos las ganas de mi hambre,
esas que no dejan
que mi pálida esperanza
muera de inanición.

Vuelvo

Tengo otra vez esa tristeza: 
el regreso a la insospechada manía de extrañarte.
 

Hoy es peor
porque estás lejos,
más que el mismo amor
que no recuerdo.

Te veo preguntando
y dibujándome tu duda
sobre las canas:
Nunca supe pronunciar una respuesta.
 

Ahora, al final de cada tramo,
me veo casi solo,
prolongando un dolor desde mis manos.

Vuelvo sobre vos
más aburrido,
abultado el abdomen
y el hastío,
escuchando mejor que el que cantaba
siguiéndote la voz
mientras comprendo
que más fácil
era verte imposible,
casi santo,
meciendo con silbidos la mañana.

Silencios y nada

I
No hay silencio más imposible
que el de los dos buscándonos
entre los días.

Inexistentes
fábulas de buenos hombres
inventándose a cada mirada
un espejo bondadoso
que espante el tedio.
 

El tiempo sordo
no nos espera
y pasan los sueños
como pasan hormigas
de mi lengua a tu nada.

¡Cuánto silencio nos espera!


II
Mientras te calles
y no te dejes existir
serás palabra de inocencia
dejada suelta en medio de la culpa.
 

Si no encuentras mi boca
serás impronunciable
y perecerás como el suspiro
de aquel niño muerto
que orina en las fuentes del vacío.

Deja ya las fiestas del silencio
que el bullicio
y la razón de los salmos
empieza a imponerse
amenazando con dejarme
intacto
solo
sin ni siquiera balbucearte.


III
Te siento como un nudo
en la garganta del mundo.

¡Sé un sollozo,
una queja
o un gemido!

Bésame una sola vez el oído.

Si uno pudiera

Si uno pudiera no enamorarse a su antojo,
definitivamente no me enamoraría de vos,
es que sos tan lluvia de tarde
y tan silencio y necesario en mediodía.
No caería así
en la rutina
de amarte todos los días.

Sos ideal para no enamorarse,
pues zanjarías sin quererlo
profundos surcos
en mis manos
y armarías mi destino
perfecto y aburrido
tal como lo quiero entre tus manos.

Si uno pudiera no enamorarse,
no me enamoraría
del cuarto de hora de tu desayuno
que me alimenta,
ni del recodo de tu mano
cuando escribís a máquina,
buscaría como no enamorarme de tu pezón derecho,
tan imprevisible
a las dos de la mañana,
y pagaría cualquier precio
con tal de morder el borde de tu labio bajo,
que tanto vértigo me da.

Si uno pudiera no enamorarse a su antojo,
no me enamoraría de vos

que sos billete de once pesos
cuando necesito trece para pagar mi suerte
y ese ataúd modesto pero digno del intento.

Si uno pudiera,
claro,
si uno pudiera.

Pero uno puede y no puede
enamorarse y no enamorarse.
Sólo es así,
uno
cae
sin avisos
en los charcos cuando relampaguea
y así pasa
y todos tienen la culpa.

Sí,
definitivamente,
si uno pudiera no enamorarse,
no me enamoraría de vos,
ni de la palabra que no has dicho,
ni del amor que nos has tenido.

Si uno pidiera no enamorarse
cuando encuentra su color es esos ojos.

Si uno pudiera no enamorarse.

Si al menos uno no quisiera.

Memoria

Prendo el radio, la tele, pongo un película,
enciendo todas las luces, abro una novela
y un pequeño poemario, mientras le hablo al gato.

Tomo café, me invento un crucigrama,
releo los periódicos y llamo por teléfono;
escribo alguna carta, y leo mis recados de ayer.
 

Y así,

te deshago

en

pe
da
ci
tos,

descuartizándome la memoria.

Exacto

Ojalá tu nombre fuera verbo:
es un llano sintagma sin pretensiones de moverse,
sin pretensiones de llegar a la acción del reencuentro.

Reposa en el fondo del recuerdo,
no basta para el optimismo;

es un tótem solitario en mis cartas fallidas,
una estrella extinguida
que me miente por artimañas de la distancia;

es una muralla
en la que escribo mis deseos,
en la que rompo mis ánforas vacías…
el talud en el abismo de mi esperanza.

Tu nombre es una sentencia,
un juicio inmoral de mis acciones:

un pájaro suelto por falta de pruebas,
una manzana inocente
en la boca de una serpiente estafadora.

Es irreal,
como ese que te digo que ahora soy.

Tu nombre no completa la intención de una frase;
no tiene voces y rima demasiado con la nada.
 

Pero ninguno es tan callado,
tan discreto,
tan exacto.
Ninguno es tan implícito
tan ajeno,
tan palabra.

Tu nombre ya no es mío.

Pero ninguno cabe tan bien en mis poemas.

viernes, 20 de junio de 2008

No, no soy indio


No, no soy indio.
Ellos (los «indios»)
tampoco eran indios.
Pero otro no lo soy.
Y si algo soy,
soy un despiadado revoltijo
de corderos y serpientes,
sol, cruz, viento, rueda,
flechas y espadas.

Sí, soy eso,
todo eso
y nada en todo eso.

Estas formas
que arman mis palabras
hoy son esta lengua que me expresa,
pero que no deja a mis muertos hablar,
hablar de necesidad,
espinosa necesidad de escuchar,
desesperante necesidad
de hablar de necesidad.

No quiero regresar,
quiero hacer venir,
no quiero borrar,
quiero incorporar,
no quiero desechar,
quiero equilibrar,
no quiero un milagro,
quiero pelear,
pelear para revivir
y un vez con vida,
pelear por ya no morir,
por no morir sin pelear,
por no revivir muerto.

No, no soy indio,
pero mientras no lo sea
tampoco seré del todo
todo lo que soy.

No, no soy indio,
y nací conquistado,
me arrancaron las plumas
del pecado original,
de ser original,
de tener origen
en una verdad,
aunque sea una sola
de las verdades
que remiendan mi realidad.

No, no soy indio,
pero quiero su dignidad.
No, no soy indio,
pero quiero un también,
sí, también ser.

No, no soy indio,
pero lo otro,
lo otro,
no lo soy.
 


"Poemas", Ed. Mazatli, 1997; 
y "Poésie Salvadorienne du XX Siècle", Ed. Patiño, 2000)